Comentario
Las escenas de domesticación animal son, como las agrícolas, minoritarias dentro del conjunto de representaciones del arte levantino, pero algunas de ellas son tan evidentes que su existencia está fuera de toda duda y justifica el que sus autores hubieran alcanzado ya el estadio de producción de alimentos.
Dos son los aspectos relacionados con la domesticación y representados con más o menos claridad en los frisos levantinos: el pastoreo y la monta, pero mientras la primera actividad no aparece con suficiente nitidez como para que podamos aceptarla sin reservas, la segunda es reproducida en varios casos con toda fuerza y expresividad, lo cual indica que no sólo dominaron determinadas especies, sino que llegaron a alcanzar un estadio avanzado de su domesticación.
En realidad, las escenas interpretadas como de pastoreo se reducen a representaciones en las que aparecen grupos de animales de una misma especie, en actitud más o menos estática, en ocasiones, en además de pastar, sin que en ninguno de los casos aparezcan en relación directa clara con figuras humanas que las apacienten. En uno de los conjuntos interpretados en este sentido, el de la Cañada del Marco, aparecen dos alineaciones de cabras sobre las que se ha reproducido una gran figura humana que cubre parcialmente algunos de estos animales.
Se ha pensado que también pueden interpretarse como escenas de pastoreo las agrupaciones de grandes bóvidos en actitudes estáticas que encontramos en diversos abrigos como la Cueva de la Vieja de Alpera, La Vacada, La Cocinilla del Obispo, El Prado de las Olivanas o Cogul. En todos ellos los animales están en actitud de pacer reposadamente sin ser acosados por ningún cazador ni presentar ningún tipo de herida, pero el hecho de que, en algunas ocasiones, aparezcan ciervos en asociaciones y actitudes semejantes no permite formular la hipótesis de que esta especie llegó a estar domesticada, pues no existen indicios arqueológicos que la avalen. Por tanto, también en el caso de los bóvidos habría que manejar la interpretación de la domesticación con mucha precaución.
Por el contrario, sí existen algunas escenas de doma y monta de équidos que reproducen, con bastante claridad, un estadio avanzado del dominio de estos animales. En el covacho de Doña Clotilde hay un esquemático individuo que camina llevando un équido sujeto por el ronzal, mientras que en el abrigo de Los Borriquillos encontramos una figura humana filiforme, de pie sobre el lomo de un posible asno. Las escenas más claras están reproducidas en los abrigos de Los Trepadores y del Cingle. Se trata de auténticas escenas de monta. En el primero de los covachos citados hay un jinete que parece dominar a su caballo tirando de las riendas, y en el segundo se ha representado a un individuo cubierto con un casco dirigiendo su montura con perfecto dominio.La interpretación de estas escenas tiene importantes consecuencias de orden cronológico para el Arte levantino, ya que la utilización del caballo como animal de monta no está documentada hasta el Bronce Final, momento al que, según Almagro Gorbea, corresponde el tipo de casco que lleva el jinete de La Gasulla, lo que obliga a pensar que el Arte levantino debió de haber perdurado hasta estos momentos avanzados de la Edad del Bronce, correspondientes a fines del II milenio a. de C. o inicios del primero.